chimpamcé3Hoy os proponemos el testimonio de Sarah, una primatologa que durante casi un año trabajó como voluntaria en una de las mayores empresas de EEUU que entrena y alquila animales para el cinema y la publicidad. Esperamos que sus palabras ayuden a muchas personas a abrir los ojos sobre cómo viven y cómo se entrenan estos animales:

«Mi nombre es Sarah Baeckler, y durante poco más de un año – desde Junio 2002 hasta Julio 2003 – he trabajado como voluntaria en Amazing Animal Actors, un centro de entrenamiento que proporciona animales para la industria del cine y de la televisión. En EEUU, hay cinco grandes empresas que entrenan a chimpancés y AAA es una de ellas. El director de AAA ha trabajado en esta industria durante más de 30 años y a lo largo de los 14 meses (aprox. 1000 horas de trabajo) que pasé allí, fui testigo de actos que me horrorizaron. No exagero cuando digo que vi horribles abusos emocionales, psicológicos y físicos cada día que estuve allí.

Antes de explicaros exactamente lo que vi, quiero hablar un momento de mi formación para que entendáis cuales son mis conocimientos. Soy licenciada en Comportamiento de Primates y Antropología y tengo un Master en Primatologia. Los chimpancés, digamos, son mi especialidad. Antes de llegar a las instalaciones de AAA, trabajé durante cinco años con chimpancés que vivían en cautividad en zoos y santuarios. Mi tesis se centraba en el estudio de las interacciones entre los chimpancés y sus cuidadores. En resumen, tengo sólidos conocimientos científicos tanto del comportamiento de estos animales como de sus relaciones con los humanos. Cuando hay algo anormal en un chimpancé, puedo detectarlo, incluso si se trata de algo que un observador inexperto no apreciaría. Y desde el primer momento que llegué a Amazing Animal Actors, supe que muchas cosas estaban mal.

Las instalaciones de AAA se encuentran al Norte de Malibú y albergan a varios animales salvajes incluidos 5 chimpancés, un tigre de Bengala, un halcón y un león. Los chimpancés están divididos en dos grupos, ambos mantenidos en una jaula vallada de menos de tres metros de ancho por dos de alto. El primer grupo está compuesto por los 3 chimpas más jóvenes, Cody, Sables y Teá, todos de tres años de edad. El otro grupo está formado por los dos chimpancés más mayores: Angel, una hembra de 6 años y Apollo, un macho de cuatro.

Los entrenadores abusan de estos animales por varias razones y a menudo también por ninguna en absoluto. Si los chimpancés intentan escaparse del entrenador, reciben una paliza. Si muerden a alguien, reciben una paliza. Si no prestan atención, reciben una paliza. A veces se les pega sin ningún tipo de motivo y por cosas que se escapan completamente de su control.

Personalmente, nunca maltraté a ninguno de estos animales, pero se me indicó claramente que tenía que pegarles o patearles ante el primer indicio de agresión o mal comportamiento. Ya que quería entender hasta qué punto podían llegar esos abusos, pregunté cuánto fuerte se podían pegar o golpear a los animales y recibí las siguientes respuestas – lo que estáis a punto de escuchar son citas textuales: “Lo bastante fuerte para que entiendan que vas en serio pero no tan fuerte como para causar daños permanentes”; “Dale en la cabeza porque es muy robusto”. Y escuché al mismo Director decir: “Dale patadas en la cara lo más fuerte que puedas. No le harás daño.” Un día un entrenador me dio un martillo y me dijo: “Si la tienes que golpear, utiliza esto”.

Los chimpancés normales, jóvenes y en salud son juguetones, curiosos, energéticos y traviesos, características que no resultan nada útiles para los entrenamientos. Por esto, todos los chimpancés de la industria del espectáculo tienen que ser sometidos a una práctica inicial que podríamos definir “romperles el alma”. En otras palabras tienen que desaprender a actuar como chimpancés. Durante mi primera visita a AAA, conocí a Teá, una de los tres chimpancés más jóvenes y un espíritu independiente. Era una de las últimas llegadas y aún no se había adaptado del todo a su nuevo entorno. Con solo dos años de edad, una edad en la que en la naturaleza estaría paseando encima de la espalda de su madre, no permitía que nadie la cogiera en brazos. Jugaba conmigo pero si acercaba mis manos a su cintura, se alejaba asustada de que quisiera cogerla.

Durante la gran parte de mi segundo día en las instalaciones de AAA, no vi a Teá. Uno de los entrenadores dijo que él y otros compañeros habían tenido una “batalla” con ella que había durado un día entero y que ahora ya se dejaba coger. Uno de los resultados de esta “batalla” resultó ser en una enorme herida para la cual fueron necesarios puntos de sutura.

Cuando al poco tiempo volví a ver a Teá me quedé en shock. Era como si estuviera mirando a otro chimpancé.

El pelo alrededor de su ceja izquierda había sido afeitado y quedaba bien visible un corte resultado de la “batalla”. Seguramente había sido golpeada y ya no había ninguna chispa en sus ojos, ninguna prueba de la existencia de su espíritu independiente. Era tan diferente que me hizo pensar en Jack Nicholson en “Alguien voló sobre el nido del cuco”.

Sus ojos seguían observando todo lo que pasaba a su alrededor, pero era evidente que ya no lo hacía por curiosidad, sino por miedo. Cuando el jefe de los entrenadores volvió de comer, Teá en seguida se puso rígida  y empezó a aullar desesperada.

Sable es otra de las chimpancés más jóvenes. Es muy inquisidora y observa constantemente lo que pasa a su alrededor. Me avisaron de que no dudaría en morderme si pensara que no le pasaría nada, y que tenía que sentirme libre de golpearla si lo hacía. Cuando estábamos dentro de la jaula nos llevábamos muy bien pero era más difícil controlarla cuando salíamos de allí para el cambio de pañales. Un día de Agosto, una entrenadora que me estaba observando dijo: “No tengas miedo, pégala y ya está”. Yo dudé así que la mujer decidió demostrarme cómo se hacía: golpeó a Sable con el puño derecho cerrado justo encima de su ojo izquierdo. Sable gritó y se agarró aún más fuerte a mí. La entrenadora sacudió su mano en un gesto de dolor: así de fuerte le había dado a Sadie.

Desafortunadamente Sable era curiosa por naturaleza y siguió tanteando sus límites y a pagar por ello. A lo largo de muchos meses, entre Septiembre 2002 y Junio 2003, fui testigo de cómo los entrenadores la golpeaban en la espalda, le daban patadas en la cabeza y le lanzaban objetos como una piedra, un mazo y un palo de escoba.

Cody, el tercero de los chimpancés más jóvenes, es mucho más tímido que los otros dos. A diferencia de Teá que no quería que nadie la cogiera en brazos, Cody es todo lo contrario. Es muy cariñoso y busca continuamente alguien que lo abrace y lo coja. Si lo dejas en su jaula y cree que te vas a marchar, se enfada muchísimo, empieza a gritar y a buscar a los otros chimpancés o a cualquier persona que pase por allí. Científicamente hablando es un individuo ansioso y asustadizo, y su inseguridad probablemente es la consecuencia de los traumas que ha vivido en sus primeros tres años de vida. En varias ocasiones vi cómo maltrataban a Cody sin absolutamente ningún motivo.

En Septiembre de 2002, escuché a un voluntario preguntar al Director del centro cómo tenía que hacer para que Cody se levantara y vi al director coger al animal por la oreja y obligarlo a ponerse de pie estirando de la misma, hasta que Cody no empezó a gritar por el dolor. Un mes más tarde, mientras que otra voluntaria intentaba cambiarle el pañal, preguntó, siempre al director, cómo hacer para que Cody se tumbara. Esta vez el hombre cogió al chimpancé por su labio inferior, lo tiró hacia delante y luego lo empujó abajo para que se quedara tendido boca arriba. Una vez más, Cody acabó gritando y gimiendo de dolor. He visto a voluntarios y entrenadores golpear a Cody en la cabeza, en la espalda, darle patadas y pegarle con un palo. Nada de todo esto era necesario en absoluto.

Los dos chimpancés más mayores, Apollo y Angel, tienen respectivamente cuatro y seis años.  Como son más fuertes y grandes que los demás, los entrenadores reaccionan mucho más duramente ante cualquier comportamiento que consideren agresivo o inapropiado. Es decir, que Apollo y Angel reciben las peores palizas de todos los chimpancés del centro.

Basándome en las interacciones que tuve con Apollo, puedo decir que se trata de un chico muy travieso. Se divierte levantando las camisetas de las personas, tirándoles comida para llamar su atención y le encanta que le hagan cosquillas. Todo esto es completamente normal en un joven chimpancé y puedo asegurar que conmigo siempre fue cariñoso y simpático. A pesar de esto, he visto como recibía brutales palizas por parte de los entrenadores y en particular del director.

Otro día, un entrenador golpeó a Apollo en la cara y lo empotró a la pared con la rodilla. ¿Qué había hecho Apollo para merecer esto? Aparentemente había intentado tocar a Angel, su compañero de jaula, cuando ésta había pasado a su lado. Imagino que el entrenador escogió ese momento para afirmar su dominio y recordar a Apolo a quién tenía que prestar completa atención.

Un día además, mientras que deshacía la maleta que se habían llevado con Apollo a grabar un anuncio, me encontré una picana eléctrica.

Supongo que os estaréis preguntando como es posible que abusos de este tipo se sigan perpetuando. ¿No debería ser ilegal? Desafortunadamente, aunque en California existan leyes que prohíben maltratos de este tipo,  luego difícilmente se hacen cumplir. Además, la mayoría de estos maltratos se llevan a cabo a puerta cerrada, consiguiendo que la persecución de estos culpables resulte aún más complicada.

Puede que os estéis preguntando también si AAA no podría ser solo una excepción, con todos los malos entrenadores trabajando allí y todos los buenos en los demás sitios. No lo creo. Aunque no haya trabajado en los demás centros, he visitado otros y escuchado hablar de varios más. En el centro que visité vi las mismas “señales” que en Amazing Animals Actors. Los chimpancés más mayores miraban constantemente a los entrenadores mientras que los más jóvenes se mostraban extremadamente tímidos y preocupados de lo que les podía pasar. Incluso vi a un entrenador empezar a pegar a uno de estos animales y luego parar de repente tras darse cuenta que un grupo de personas le estaba observando.

En el Moorpak College, donde hice un curso de Entrenamiento de Animales Exóticos, un profesor me dijo que nunca se plantearían tener chimpancés en el zoo que tenían ya que “no estaban dispuestos a castigarlos de la manera necesaria para poder entrenarlos”. Este profesor, que había trabajado para otro entrenador de chimpancé de la industria, me explicó que “se llega a pegarles con bates de baseball para controlarles”. Me dijo además: “Hay entrenadores que aporrean a sus chimpancés si se niegan a hacer aunque sea una mínima cosa, como “sonreír”, para que no se piensen que pueden salirse con la suya”. En resumen, la violencia y los abusos parecen ser algo muy común en esta industria, y, al parecer, ni siquiera es un secreto.

Y es de ingenuos pensar que se puede obligar a un chimpancé a que lleve a cabo trucos complejos solo a través de métodos en positivos. Como primatologa, estoy muy segura de esto. Se les pide actuar de manera muy compleja a cambio de premios que no les resultan lo suficientemente atractivos. La cruda realidad es: la única cosa que les puede llevar a dejar de ser curiosos y movidos chimpancés y a llevar a cabo los mismos trucos una y otra vez, es la VIOLENCIA. […]»

Fuente: http://www.friendsofwashoe.org/learn/captive_chimps/entertainment.html

 

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