Los animales gustan. Y los vídeos de animales salvajes también. Especial atención se suele poner en éstos si los animales están realizando algún comportamiento extravagante, si tienen un físico peculiar o si se relacionan con otras especies.
Es muy común que este tipo de vídeos se hagan “virales” y que incluso la persona que menos comparte y que menos publica en su muro, sucumba a la tentación de colgarlo o enviárselo a su amigo o a su tía. Incluidos muchos amantes de los animales.
Nos emocionamos con la belleza, exotismo o humanidad de los animales en cuestión. Pero nos fijamos tan sólo en los individuos que aparecen y en lo que hacen. Sin embargo, pocas veces uno se da cuenta de que hay una señal, ya sea unos barrotes, un césped bien cortado o un coche aparcado; de que el entorno en que se han grabado las imágenes implicaba cautividad.
Tampoco es muy frecuente que alguien se pregunte por qué un ocelote (que vive en América) aparece jugando con una hiena (que vive en África), por qué un cordero va a necesitar que un perro le dé el biberón o por qué una cría de tigre está sobre un sofá.
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